Lo que al principio fue una molestia dentro de mí, con el tiempo, fue creciendo como si fuera un tumor. Fui donde un gastroenterólogo, una shamana y hasta un nutricionista. Me derivaron hacia otro tipo de médico especializado. Mira que yo, sin ser mujer, me incliné a visitar a las finales, a un ginecólogo, para que me dijera qué rayos era lo que tenía dentro de mí (total, era un pariente mio, y aparte que la consulta me salía gratis, era para evitar un tremendo roche).
Me asusté con su diagnóstico: "tienes un útero dentro de tí".
Yo me quedé helado. No podía creerlo.
"Esto es muy raro -prosiguió el buen hombre- nunca me había topado con un caso tan extravagante, como el tuyo". Y yo, por dentro hacía ¡saz!, ¡crash! y ¡bum! Algo se había fragmentado dentro de mí.
Conforme pasaron los días, el útero había crecido tanto, que por su forma rara parecida a la de un toro bicorne, había superado su aparición sobre mi pelvis. Que conste que soy un machito, pero esto era sumamente deprimente para un varón.
Un amigo juguetón, me sugirió que por qué me entristecía tanto, ante un mal rarísimo de esta naturaleza, sino que todo lo contrario: podría cacharme (SIC) a mí mismo y ahorrarme unas voladas de cometa. Después de ese comentario desagradable, perdí su amistad y nunca más supe de él.
Aunque pensando en bizarro (para este tipo de situaciones era aplicable), eso de cogerme a mi mismo podía darse siempre y cuando el diagnóstico, dentro de veinte días del mismo ginecólogo (me pidió la exclusiva para él, a costa de tener consultas gratis y diagnósticos conforme evolucione esto, que me intriga incluso a mí), me dijera que el útero se asentara dentro de mi cuerpo y quizás apareciera una forma desconfigurada al comienzo de una vagina con sus labios. Por el momento manejábamos la teoría de un útero flotante. Quién iba a saber en ese entonces. Por ese entonces, luego de cada consulta conmigo, el ginecólogo redactaba con brillante pasión lo que sería una historia clínica publicable y digno de ser un 'best seller' en el ámbito académico médico.
Veinte días después, me dí con la sorpresa que era un útero flotante y jodido. Me empezó a doler toda la pelvis y andaba como loca histérica brava sin Ponstans (o similares) encima y me daban unos cólicos insoportables que ni te cuento. Ni el té de orégano ni otros emeagogos me sirvieron para lidiar con esta porquería rara que se manifestaba cada vez más en mi cuerpo.
Fue un lunes y ni bien salí disparado de mi cama, semidespierto, porque sentí algo húmedo entre las piernas, y me dije: "Opps, ¡rompí la fuente!". Recapacitando del sueño, lo que yo tenía era un útero, no un bebé a punto de salir. Prácticamente le agarré pánico escénico cuando ví lo que ví. Era que el útero parecía tener vida propia y músculos para arrastrarse por sí mismo. Lo raro era que se adhirió a mi pierna izquierda, como si de una sanguijuela se tratara.
Después de eso, decidí no salir a la calle por temor a que me gritaran 'transexual' o tantas otras tonterías hirientes a mi persona. Los pocos que me llegaron a ver en ese estado horrible, se asombraron al ver un útero en su real dimensión, cerca de mi rodilla. Alguna prima mordaz me preguntó si le había puesto nombre a esa protuberancia femenina, como si de un peluche se tratara. Si no le constesté, era para no mandarla a la mierda, sencillamente.
Caminaba con dificultad por toda la casa, y no por alguna dolencia física, sino por la vergüenza de tener que andar con una cosa así. Porque es rarísimo. ¿Qué hombre, entre los varios millones que habitan este planeta, le toca sacarse en suerte, un mal premio de esta naturaleza cruel y burlona? Porque si bien la finalidad de una mujer para un hombre de aspectos similares a Giovanni Casanova era un útero, esto era una forma directa de vivir una pesadilla y aborrecer a las mujeres de hoy en adelante. Un útero... en ese entonces daba mi vida porque me sacaran ese útero de mi cuerpo, de mi existencia, ¡¡¡por dios!!! ¡¡¡Por dios y por el útero!!!
Antes salía con chicas. Ahora no lo hago. Si no, qué roche. Supongamos que salgo... ni bien me le acerco a ella, es capaz de gritarme "Aléjate de mi presencia" o la clásica "¿Qué mierda estás trayendo entre las piernas?"
Para responder algo así, con ingenio mediante y con cara de Bogart, no me uedaba otra que decirle: "ahh, ¿eso? es algo que me regalaron el otro día".
Un hecho impactante para mí fue el episodio que siguió. Cuando vino el ginecólogo con unos estudios, me reveló lo siguiente: "hemos descubierto algo con respecto de tu útero que te traes en la pierna. Al parecer, alguien te ha violado y te ha dejado eso como prenda de que has sido preñado... desconocemos si por un él, o una ella, que es lo más evidente. (Me abrumaba que hablara en plural, como si ya fuera cosa pública). Dime, ¿tienes algún enemigo o enemiga que te quería hacer demasiado daño, como para dejarte sembrado un útero flotante?"
Me puse a pensar... recordé a una chica que a las finales todo se acabó por culpa de unas velas de mierda, que nunca prendieron, pero no era para que me guardara rencor de esa manera. Mucho menos la segunda, que era la movidita, que sólo quería un 'lapsus temporal' mientras que yo no le entraba a esas cosas sin protección. No, la verdad que no le encontré sentido alguno... ¿Y dices que ha sido posible por fruto de una violación hacia mí?
"Es posible", me dijo el ginecólogo, acompañado de un médico legista amigo suyo. El legista quiso hablar, se le cedió la palabra: "es posible que en alguna ocasión a usted lo durmieran, razón poderosa por el cual no sintiera nada, ni la más leve hinchazón, salvo cuando empezaron las manifestaciones propias de ese útero flotante".
Claro, asentí. Era lo evidente. No recuerdo la verdad cuándo fue el preciso momento en que empezó todo. Siguió el medico legista.
"Una vez que hemos agotado todas las posibilidades hipotéticas sobre cómo pudo aparecer un útero viviendo dentro de tí, de manera independiente, siempre nos queda el lado fantasioso para sospechar con mayor fuerza. Si es que mis pronósticos no están mal, y eso lo sabremos dentro de dos semanas, según la muestra que derivé a un laboratorio especializado de Canadá, todo dependiendo de lo que muestren los resultados... es que quizás..."
Yo angustiado que no lo dejaba de mirar, y el ginecólogo que le instaba a que acabara su idea, en medio de un clima de conciliábulo clandestino y harto de suspense, el médico legista puntualizó lo siguiente: "quizás a usted lo han abducido una noche de farra sin que se diera cuenta, quizás dormido, y he ahí el detalle, de que le hayan inoculado o inyectado aquel feto deforme consistente en sólo un útero flotante y con vida propia". ¿Abducido, -le pregunté-? ¿Abducido por quién?
Nos miramos ginecólogo, legista y paciente. El miedo se sentía en el ambiente. Fue el ginecólogo, a pesar de que iba contra sus creencias, quien dilapidó como a quien lo empujan desde el borde de un precipicio: "los extraterrestres, los extraterrestres, aquellos seres a los que persigues desde siempre con tus historias de Roswell y el Area 51".
Nuevamente un ¡saz!, ¡crash! y ¡bum! Algo se había fragmentado, doblemente dentro de mí.
Y empecé a odiar la vida y la muerte. Odié la cama en la que estaba recostado, odié los medicamentos que me administraba el ginecólogo pero que no surtían efectos en cuanto a vergüenza anímica y dolores del parto que te parto, odié a la primera chica, la de la velas de mierda, a la segunda por ser tan perra, a los hijos de su madre de los extraterrestres que fueran tan maricas para insertarme un útero como si fuera un gato regalado y que ahora, al parecer, se me está desprendiendo de mi cuerpo, odié a ese remaldito útero, que es propiedad de las mujeres, y no de mí, un completo asexuado traumado por sus relaciones anteriores y sin ganas de saber de hijos, trabajo, mujeres ni sexo, porque el sexo es asqueroso, como sabrán ustedes.
Ayer por la tarde se fue el útero. Me dejó solo, pero con una pequeña cicatriz en la pierna, como si ella misma, o eso mismo, hubiera querido dejar una huella profunda en mí. ¡¡¡Maldito útero!!!
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UNO: Quién iba a pensarlo.
DOS: Ni modo, parece una historia completamente sacada de un absurdo absurdaem.
UNO: En fin, hay que atenernos a la reacción de los lectores.
DOS: Eso, exactamente eso...
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P.D. Hasta el próximo post que viene.
domingo, 15 de marzo de 2009
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