lunes, 18 de agosto de 2008

Haro y Pon

Haro y Pon seguían mirando esos tres dados. Eran tres dados, sí, pero ¿qué tenía de especial para ellos que fueran tres dados? ¿Alguien me lo puede explicar? tres dados, sólo tres dados, y eso era para Haro y Pon todo su mundo de abstracción.

Tres dados, cada uno de determinado color: uno verde, uno anaranjado y uno morado. ¿Tres dados, dice usted? Sí, tres dados le digo. Y lo que preocupa era que los hermanitos nipones llevaban tres horas contemplando aquellos dados, y nada más. Era una cosa como para aburrirse.

Qué asquíribis. Cualquiera prende la televisión y ve cualquier cosa, se distrae, pierde su tiempo. Pero, ¿tres dados? ¿Cuál era el atractivo de seguir viendo aquellos tres dados? Cinco horas llevaban contemplándolos a estas alturas del relato. Ni se movían las estatuas éstas. No habían almorzado siquiera, se pasaron toda la tarde viendo aquellos cubos del petrimetre, y ni hablar de la noche, gritaron al unísono los dos cuando los obligaron a que bajaran a comer (era en una casa de dos pisos, familia acomodada, con yenes de sobra). Ni modo, con chicos así, nada bueno puede esperarse. Los dejaron con las luces prendidas, toda la bendita noche, solo ellos, y tres dados...

La noche, tres dados... La pregunta era, ¿quiénes miraban a quiénes? ¿Los dados a ellos o ellos a los dados? Una pregunta un tanto difícil de responder, ya que Haro y Pon, inconscientemente, estaban cumpliendo, a carta cabal, un rito conocido como la "contemplación".

¿Quiénes miraban a quiénes? Es responder acaso, si cuando nosotros miramos al faro digno de fotografiarlo porque sí, surge la misma pregunta: ¿quién observa a quién? ¿El faro a nosotros -a través del objetivo de la cámara- o nosotros al faro, por intermedio del enfoque que nos permitirá, según regulemos el diafragma, la velocidad y el fotómetro de Cadmio y Níquel, y con la pericia humana fruto de la deformación profesional -artística- fotográfica?


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UNO: Tanto haluro de plata contenido en los rollos fotográficos, como para mandarnos con tremebunda pregunta.
DOS: Mira que Mirabeau.
UNO: Es una cosa que ni Faustroll ni las Calendas griegas del Peloponeso.
DOS: Pero, ¿quiénes miraban a quiénes, pues?
UNO: Haro ni Pon, a pesar de ser hermanos, se reían entre sí, sólo veían los dados naranja, verde y morado.
DOS: ¿Eran dados?
UNO: Esa pregunta, decisivamente, está fuera de lugar...

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P.D.: Estaban concentrados, sumamente concentrados, en la quietud de la madrugada. Y así seguirán, estos pequeños émulos del Buda.




Hasta el próximo post que viene.

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